Mantener a los niños alejados de los peligros asociados a objetos afilados o puntiagudos es una de las prioridades más fuertes de los adultos. Sin embargo, no hay que exagerar demasiado, pues, después de todo, los cuchillos y las tijeras forman parte de las cosas cotidianas con las que nos encontramos todo el tiempo. Los niños quieren imitar a los "grandes", unirse y participar. Por lo tanto, es mucho más peligroso que tengan sus primeras experiencias de tallado solos, a escondidas y con cuchillos que no sean aptos para niños. Sólo practicando, bajo supervisión y con reglas claras es como los niños consiguen desarrollar gradualmente una competencia en materia de riesgos. Una gran experiencia con diferentes herramientas y materiales acaban creando confianza y rutina. Por tanto, tallar tiene sentido desde un punto de vista pedagógico: promueve la motricidad fina, la resistencia, la creatividad, la confianza en uno mismo y enseña habilidades cotidianas. También es una buena ocasión para pasar tiempo al aire libre en la naturaleza. Importante: quien quiera tallar, necesitará una hoja afilada, pues con una hoja roma uno necesita más fuerza y tiende a resbalar con mayor facilidad (las hojas con punta redondeada son, no obstante, útiles para evitar heridas punzantes). Para mantener a salvo las manitas y a los demás niños o personas presentes, es imprescindible enseñarle a los niños las normas más importantes en cuanto al manejo de los cuchillos de tallar antes usarlos y vigilar el cumplimiento de estas.